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Las barreras arquitectónicas y la falta de conciencia, un mal presente en todos los tiempos - Por Mailen Maradei

Desde marzo, la Argentina está atravesando una cuarentena donde todes estamos aislades. Para las personas con discapacidad o diversidad funcional, eso supone la profundización de las barreras arquitectónicas que ya estaban desde siempre. En esta nota, tres voluntaries de Acceso Ya se animaron a contar sus experiencias en tiempos de pandemia.


El 20 de marzo cambiaron las condiciones que todes conocíamos hasta el momento. Tuvimos que resguardarnos en nuestras casas para evitar la propagación del COVID-19 que está azotando a todo el mundo. En tiempos de pandemia, la inaccesibilidad continúa estando presente cuando se quieren realizar compras cotidianas en los negocios de cercanía, que no siempre cumplen con las condiciones de accesibilidad. “Encontré locales de Pago Fácil y almacenes de cercanía donde se pueden ir a buscar alimentos esenciales que tenían escalones en el ingreso. A nivel individual, algunos locales siguen siendo inaccesibles”, cuenta Juan José Santillán, arquitecto y voluntario de Acceso YA.

¿Cómo se pueden ir a comprar alimentos si el espacio cuenta con un escalón? ¿Cómo se puede ir a pagar un impuesto si el espacio no es accesible? ¿Cómo se puede ir a un cajero si en el trayecto hay veredas rotas o rampas obstruidas? ¿Cómo se puede subir a un colectivo si no cuenta con la rampa elevadora correspondiente? ¿Cómo se puede concurrir a una consulta médica si el espacio no cuenta con una rampa de ingreso? Esta última situación es la que vivió Juan José cuando acompañó a una persona mayor a darse una vacuna antigripal en una escuela ubicada en la avenida Carabobo al 200. “La escuela tenía escaleras en el ingreso, en el lateral tenía una rampa, pero estaban dando las vacunas en la emplanada, así que no pudimos ingresar. Eso es un motivo donde nos dimos cuenta que las escuelas deben ser accesibles”, afirma.

Durante estos tiempos de cuarentena, Mariana, voluntaria de Acceso Ya y deportista, salió a realizar sus compras habituales por la zona comercial de San Isidro. Aunque ella concurrió a espacios de cercanía accesibles, se encontró con otra cara; la falta de conciencia que impera aún en tiempos de pandemia. “La verdad sigo yendo a los mismos lugares que iba antes de la cuarentena. Veo que la gente se toma más libertades para circular en la calle y estacionan en las ochavas tapando las rampas”, cuenta.

Sofía también es deportista y voluntaria de Acceso Ya. Desde que comenzó la cuarentena, ella solo salió para hacer ir al supermercado que queda cerca de su casa. Este comercio, al cual asiste frecuentemente, es accesible. “Prácticamente, yo no he salido durante la cuarentena, las veces que lo hicé fue para ir a un supermercado de cercanía al cual voy siempre y no tengo barreras arquitectónicas. El supermercado es accesible y no tengo que dar miles de vueltas para encontrar todo. Este espacio lo elegí por la accesibilidad desde siempre”, dice.

Estas tres experiencias demuestran que la inaccesibilidad es un mal que nos aqueja a las personas con movilidad reducida/ diversidad funcional y reduce nuestras posibilidades desde siempre. Para poder llevar una vida con autonomía e independencia, la accesibilidad es un pilar fundamental. Y eso no debería ser invisibilizado aún en medio de esta pandemia.