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EL ACCESO A LA EDUCACIÓN SUPERIOR NO ES UN PRIVILEGIO, ES UN DERECHO DE TODOS.

“Nos parece fundamental que todas las instituciones educativas, tanto públicas como privadas, en todos los niveles de enseñanza, cuenten con condiciones de accesibilidad porque así, únicamente, ninguna persona con movilidad reducida se verá impedida de gozar de un derecho humano tan primordial como es el acceso a la educación”. Las palabras de María Josefina Macías, coordinadora de Acceso Ya, sintetizan a la perfección el motivo que motoriza la campaña Universidades Accesibles que, a su vez, representa el próximo gran objetivo de la ONG .


Con la mirada puesta en nuestra próxima meta -lograr accesibilidad edilicia integral en todas las Universidades Públicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (C.A.B.A.)- y en línea con la causa judicial que llevamos adelante para obtener accesibilidad en todas las escuelas primarias y secundarias de la ciudad, tanto estatales como particulares, comenzamos con la primera etapa de este nuevo desafío vinculado exclusivamente a la educación superior, en sus niveles terciario y universitarios. 


Nuestro equipo de voluntarios, conformado por personas con y sin movilidad reducida, realizó una primera tanda de relevamientos, que incluyeron sedes de distintas facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA) como, por ejemplo, Facultad de Derecho, Facultad de Ciencias Económicas, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, y también la sede Drago, a donde se dicta el Ciclo Básico Común (C.B.C.), con el propósito de reconocer los diferentes grados de accesibilidad o no que poseen las instalaciones y en consecuencia, cuáles son las obras de adaptación que deben efectuarse en cada edificio.


Sabemos que no solo las universidades y casas de estudios terciarios de la ciudad de Buenos Aires carecen de espacios inclusivos -permiten el ingreso, permanencia y desplazamiento de personas con movilidad reducida, de manera autónoma, cómoda y segura- para albergar a alumnos, docentes y/o directivos con dificultades físicas. Por eso, aunque enfoquemos nuestro reclamo en el ámbito porteño, nos interesa difundir también lo que sucede en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). “El edificio conocido como Sede Central es un edificio muy antiguo, con mucha historia impregnada en sus paredes, pero sin condiciones de accesibilidad. Tiene un ascensor y un montacargas que, durante los seis años que llevo como alumna de dicha unidad académica, nunca he visto en funcionamiento”, cuenta Lucila Moreno, una joven de 25 años, estudiante de Artes Audiovisuales. 


Al referirse a la sede Fonseca, ubicada a dos cuadras de la anteriormente mencionada, Lucía explica que “el edificio es más nuevo, pero esto no significa que esté preparado para atender a las necesidades de una persona con movilidad reducida. Hay un ascensor considerablemente pequeño que, generalmente, tampoco funciona y ni siquiera tiene luz”. 


La ausencia de rampas de ingreso, baños adaptados y ascensores o plataformas elevadoras en los establecimientos educativos, sin importar de qué nivel de enseñanza se trate, constituye una inadmisible desconsideración hacia las personas con movilidad reducida como sujetos de derecho. Porque no solo vulnera un derecho inherente a todos los seres humanos –superador de toda condición o impedimento físico- como es el derecho a la educación, sino que produce irreparables daños en el desarrollo de la personalidad de aquellas personas que se ven impedidas de explotar al máximo sus potencialidades. Por eso, desde nuestro lugar, nos comprometemos a seguir trabajando para lograr que ningún joven o adulto con movilidad reducida quede excluido de la posibilidad de acceder a la educación superior por falta de accesibilidad edilicia.