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TODO LO QUE SUBE ¿BAJA?

¿Te preguntaste alguna vez cuántas cosas podes hacer en dos horas? Hacer un trámite, pasar por el banco, trasladarte de un punto a otro de la ciudad o simplemente sentarte a disfrutar de un café son algunas de las actividades cotidianas que una persona puede realizar en 120 minutos de su vida. Sin embargo, esas dos horas que parecen escasas en un día que tiene 24, pueden resultar interminables si tenes movilidad reducida y estas en un lugar que no garantiza la accesibilidad necesaria para que puedas ingresar, circular y permanecer en igualdad de condiciones con los demás ciudadanos.


Cae la tarde en la ciudad de Buenos Aires. Un aire caliente e inmensas nubes grises cubren el cielo porteño, que anticipa un nuevo chaparrón de verano. Cerca de las seis de la tarde, del jueves 3 de enero de 2019, Ezequiel –un niño que tiene retraso madurativo y microcefalia- y Valeria Gassa, su mamá de corazón, llegaron a la Estación Terminal de Ómnibus de Buenos Aires, ubicada en el barrio de Retiro, para retirar unos pasajes por discapacidad. Ellos debían viajar esa noche a la localidad de Concordia, Entre Ríos, y necesitaban los boletos de regreso.


Valeria y Ezequiel ingresaron a la Terminal por el Puente 2 porque personal de Gendarmería Nacional Argentina les indicó que allí se encontraba el único ascensor que estaba en funcionamiento de los cinco que posee el predio. Se dirigieron al segundo piso y, luego de hacer una larga fila, obtuvieron sus pasajes sin problemas. Los inconvenientes comenzaron inmediatamente después. “Cuando quisimos bajar nos encontramos con la desagradable sorpresa de que el ascensor por el que habíamos subido, minutos antes, estaba fuera de servicio”, recuerda Valeria aún indignada por el mal momento que tuvieron que atravesar.” “A Ezequiel -continúa Valeria- no le gusta estar mucho tiempo en un lugar. Se pone fastidioso porque quiere andar con la silla o tomar algo y no comprende que hayamos tenido que pasar dos horas varados porque los encargados de mantenimiento tardaron ese tiempo en llegar”. Al malestar e incomodidad lógicos de los damnificados se sumó, además, el enojo del personal de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires por no poder solucionar la situación “Todos nos pusimos mal porque estábamos ahí, atrapados, sin poder bajar, sin poder ir al baño ni tomar algo porque ahí, donde están las boleterías, no hay sanitarios ni confiterías. Fue un momento tenso pero, a pesar de eso, la policía me contuvo y me dijo que debía realizar una denuncia a la empresa TEBA S.A. -responsable de la Concesión de la Terminal de Ómnibus de Larga Distancia de Buenos Aires-“, repasa Valeria que, durante las dos interminables horas de espera, recorrió la terminal ida y vuelta, dos veces, para ver si funcionaba alguno de los ascensores.


Valeria y Ezequiel viajaban, como lo hacen habitualmente, a competir en una maratón de deporte inclusivo que es “la manera que encontramos de pasarla bien y disfrutar la vida” y se toparon con este desagradable momento. “Esperemos que situaciones como la que nos tocó vivir a nosotros no se repitan porque las personas con movilidad reducida tienen igual derecho que el resto de los habitantes a disponer de su tiempo y de la manera en que quieren invertirlo”, desea Valeria esperanzada.


Escucho su relato y una vez más, como tantas otras, resuenan en mi cabeza inquietudes tales como ¿El tiempo de las personas con movilidad reducida no vale tanto como el de cualquier otra persona sin dificultades físicas? ¿Quién nos devuelve el tiempo perdido como consecuencia de la desidia y el desinterés, tanto del Estado como de las empresas privadas responsables -como en este caso-, por mantener los ascensores en buenas condiciones? ¿Cuántas veces más tiene que repetirse esta situación para darnos cuenta que es inadmisible que en un lugar público, de concurrencia masiva, tenga sus cinco ascensores fuera de servicio? ¿Tanto nos cuesta ser conscientes de la realidad y las necesidades del otro? ¿Tan poco nos importa? Por ahora, lamentablemente, solo es posible asegurar que no todos tenemos la libertad de utilizar nuestro tiempo como quisiéramos. Las personas con movilidad reducida, muchas veces, somos rehenes del mal funcionamiento de las condiciones de accesibilidad. Porque no todo lo que sube, baja.