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UNA RAMPA PARA PAPÁ.

Ir a la plaza con su grupo de amigos, salir a tomar un café o tan solo poder asistir a rehabilitación sin inconvenientes con la ambulancia que lo traslada -al llegar al edificio y ver las escaleras en el ingreso, se retira sin brindar el servicio- son algunas de las actividades de la vida cotidiana que para una persona con movilidad reducida implican una complicación si, como en este caso, no cuenta con una rampa de acceso en la entrada de su domicilio que le permita el ingreso y egreso del inmueble, de manera cómoda, autónoma y segura, en igualdad de condiciones con los demás propietarios.


Mi papá, hoy en día, siente que está encerrado en su departamento porque depende de dos personas que lo asistan para entrar y salir del edificio, situación que cambiará cuando la rampa esté finalizada. Quiero volver a ver a mi padre sonreír”, desea entusiasmada Verónica Ares que, ante la ausencia de respuesta y compromiso de parte de la administración del edificio en el que viven sus padres hace 26 años, acudió a Acceso Ya en busca de asesoramiento legal. “Mi padre -continúa Verónica-, en 2017, tuvo una internación prolongada con varias operaciones y quedó sin movilidad en las piernas. Ahí comenzó un camino difícil pero, gracias a la buena predisposición y enorme compromiso del equipo de legales que tiene la Fundación, todo resultó más ameno y logramos que el 7 de enero próximo comiencen con la construcción de la rampa”.


Una gran decepción. Enojo y tristeza ante el desinterés mostrado por los responsables del consorcio de la calle Pedernera 109, ubicado en el barrio porteño de Flores, llevaron a Verónica contactarse con Acceso Ya y, tras la intervención del equipo de legales, en instancia judicial, se acordó la realización de la correspondiente obra de accesibilidad en el ingreso al edificio, cuya ejecución debe comenzar en un plazo de 30 días. La de Verónica y su familia es una más de las cientos de denuncias que la ONG recibe diariamente por falta de accesibilidad en la ciudad. No solamente en viviendas particulares, sino también en espacios públicos de concurrencia masiva, en espacios abiertos y en el servicio de transporte público.


Las abogadas de la Fundación, Mariela Tesler y María Josefina Macías, nos respondieron y asistieron en todas nuestras consultas y necesidades. Realmente me sentí a acompañada, aliviada y escuchada. Solo tengo palabras de agradecimiento para todas las personas que forman parte de Acceso Ya”, afirma Verónica que, al ser interrogada sobre las razones por las qué cuesta tanto cumplir con las condiciones de accesibilidad, consideró que “la gente es indiferente ante cualquier tipo de discapacidad, se siente ajena a ella y no se da cuenta que a todos nos puede pasar. Creen que nunca van a tener, por ejemplo, movilidad reducida y, en consecuencia, no logran desarrollar empatía respecto a la realidad de otro”. La resistencia a realizar obras de adaptación pasa también por un tema económico porque “hacer una rampa implica un aumento considerable de las expensas” aunque el beneficio sea para todos.


Los miembros y voluntarios de Acceso Ya saben la problemática que representa la falta de accesibilidad en la ciudad. Por eso, hace casi dos décadas, investigan, relevan y denuncian las barreras arquitectónicas, urbanas y en el transporte. Y trabajan para lograr eliminarla definitivamente. Porque solo un entorno accesible, amigable e inclusivo permite la plena participación social de las personas con movilidad reducida y el máximo desarrollo de sus potencialidades, en igualdad de condiciones con los demás ciudadanos.