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UNA RAMPA PARA PODER ESTUDIAR Y TRABAJAR, UNA RAMPA PARA PODER VIVIR.

“Si fuera un tipo depresivo ya me hubiese resignado, pero nunca aflojo y no voy a rendirme hasta que no esté concretada la obra de adaptación”, dice Eduardo Rodríguez, un hombre al que la falta de accesibilidad lo obligó a renunciar a su trabajo. Él no se da por vencido, pero su voz denota cansancio, impotencia y frustración por no ser escuchado. Su pedido parece no interesarle a nadie.


Un diagnóstico de distrofia muscular, a los 27 años, le cambió la vida para siempre. Eduardo reconoce que “hasta ese momento bajaba y subía corriendo las escaleras y jamás había pensado en la importancia que tiene una rampa para una persona con movilidad reducida”. Durante tres años, entre 1997 y 2000, puedo caminar con muletas pero el mal estado de las calles y veredas le provocaron más de una caída y ya necesitaba una rampa que no había.


La enfermedad, con el correr de los años, avanzó y Eduardo no tuvo más opción que empezar a trasladarse en una silla de ruedas motorizada. Desde entonces, hace más de dos décadas, le reclama a  Metrovías S.A. -empresa concesionaria del servicio de la Línea de Ferrocarril General Urquiza- la construcción de una rampa en la Estación Jorge Newbery, ubicada en la localidad de Hurlingham, en la zona oeste del Gran Buenos Aires. Una rampa que no de únicamente a las vías del tren sino que le permita subir a la estación de manera autónoma, cómoda y segura. Tal como lo establece la Ley Nacional de Accesibilidad – Ley N° 24.314-.  “De ninguno de los gobiernos que han estado desde esa época hasta hoy tuve respuesta”, cuenta Eduardo que aún desgastado no claudica en su lucha por obtener condiciones de accesibilidad.


“En virtud de las incumbencias de este Organismo, corresponde reiterar que la resolución de la problemática planteada requiere de la intervención directa de la Autoridad de Aplicación, quien deberá analizar las acciones a ejecutar para superar las restricciones al acceso para personas con discapacidad, introduciendo las mejoras mínimas y necesarias para observar el cumplimiento de la normativa vigente”, señala uno de los fragmentos de la contestación firmada por Sergio Sebastián Commisso, Director de Atención al Público Metrovías S.A., ante el último petitorio presentado por varios representantes de la Sociedad de Vecinos de Villa Alemania respecto al reclamo realizado.


Las áreas vinculadas a la tecnología e informática y los cursos de gastronomía son los preferidos de Eduardo para capacitarse. Ahora quiere asistir al Centro de Formación Profesional N° 402 “Nuestra Señora de Castelmonte”, ubicado en la localidad de Pablo Podestá, en la zona noroeste del Gran Buenos Aires. Pero, una vez más, la falta de acceso a la Estación Jorge Newbery le impide alcanzar el pleno desarrollo de sus capacidades y de su personalidad. No estudia porque no puede viajar. No puede trabajar porque, lamentablemente, no puede llegar. Por idénticos motivos, Eduardo tampoco puede sumarse al equipo de voluntarios de Acceso Ya ni a las campañas de concientización ciudadana organizadas por la ONG. No obstante, Eduardo nunca pensó en solicitar la colocación de un ascensor porque conoce cuáles son sus costos y las implicancias de un buen mantenimiento. Él pide algo que de tan simple  y sencillo, al parecer, es bastante tedioso de conseguir: una rampa. Una rampa que no solo le serviría a él, sino también a los vecinos de avanzada edad, a las mujeres embarazadas, a los niños y a toda persona que necesite utilizarla de manera permanente o transitoria.


“Hace 20 años espero una rampa”, expresa Eduardo sin poder evitar la emoción. Entonces, como comunicadora social y persona con discapacidad motriz, mientras redacto esta nota, me siento en la obligación de preguntarle a la Vicepresidenta de la Nación, licenciada Gabriela Michetti, y al Ministro de Trabajo de la Nación, Jorge Triaca, -aunque difícilmente estas líneas lleguen a sus ojos- ¿Cuánto tiempo más las personas con movilidad reducida vamos a tener que esperar una rampa para poder estudiar, trabajar o simplemente para poder vivir? Ojalá, antes de diciembre de 2019, obtengamos una respuesta favorable.